Bliss - Deimos
Esta banda reúne los mejores elementos de bandas como Radiohead, Tame Impala y Warpaint, por nombrar solo algunas, y las condensa en siete canciones que los posiciona como una agrupación que merece la atención tanto del público como de los medios.
Overall
/ Fotografía por: David Rondón /
Lo que hace seis años comenzó como un proyecto musical de cuatro amigos que querían hacer música por diversión, terminó por convertirse en una de las propuestas más atractivas del actual circuito sonoro bogotano. Quizá hace cinco años Bliss no pensaba en la cantidad de pasos que daría y en los logros que estos les llevarían a alcanzar, en especial su primer álbum de estudio titulado Deimos.
Conformada por Juan Antonio Carulla (guitarra, sintetizador, voz), Cristian Javier Cifuentes (bajo), Santiago «Tilo» Gómez (batería, voz), Christian Montoya (guitarra, voz) y Jorge Piragua (guitarra), esta banda reúne los mejores elementos de bandas como Radiohead, Tame Impala y Warpaint, por nombrar solo algunas, y las condensa en siete canciones que los posiciona como una agrupación que merece la atención tanto del público como de los medios.
Gracias a la cualidad experimental que los cobija desde sus inicios, y que quedó enmarcada en su primer EP titulado Scary Shadows (2014), la banda se ha hecho un nombre dentro de la escena, no solo por su calidad musical —elemento a destacar durante toda esta reseña—, sino también por la manera en que sus influencias les han permitido construir una paleta sonora llena de matices, siempre dispuestos para quien les oye.
Como prueba de esto surge Deimos (Palosanto, 2018), un álbum que matiza el sonido del rock alternativo, el shoegaze y la actual ola del indie en Bogotá para dar como resultado siete canciones que presentan una dualidad en cuanto a los paisajes sonoros que proyectan (y que se enfatiza, principalmente, en los instrumentales), como en la unidad que supone el disco.
Desde el principio, con Deimos, nos damos cuenta de que la banda propone una suerte de recorrido, como si se tratara de un viaje en términos no-musicales. Incluso, eso queda demostrado en el mismo arte que acompaña la producción. Lo que comienza como una canción lenta, con un piano que lleva la batuta, desemboca en un la reconstrucción de uno de los «clásicos» de la banda: Metaflora.
En cuanto a lo musical, Metaflora mantiene la estructura que conocemos desde hace un par de años: guitarras que entre la calma le permiten a la batería desembocar en ritmos veloces, bajos con cadencia que hacen de perfecta compañía a la percusión y una voz que ahora está guiada por Juan Antonio, pero acompañada por un coro que le da cierta profundidad a aquello que se escucha.
Siendo la canción que, de cierta manera, rompe con la estructura del disco, Sangra se nos presenta como un momento del disco en el que nos encontramos con lo que puede ser el paso de la banda hacia un nuevo sonido que les permita encontrarse con momentos más acústicos, y parecidos al trabajo de una de sus influencias como lo es Warpaint. Uno de los elementos que llama la atención por encima de todos los instrumentos es el hecho de que la canción cuenta con un arreglo de cuerdas; al tener un violín, la canción se torna más introspectiva y genera cierta sensación de serenidad. Quizá, esta canción también presenta ciertos matices que nos recuerdan al trabajo de Urdaneta respecto a su álbum Azul Parcial I y II.
Una vez más nos encontramos con los instrumentales: Visión Cromática II. Con esta canción, nuevamente nos encontramos con el lado psicodélico de la banda, en tanto la influencia de Tame Impala, respecto a la manera en que el sintetizador le da apertura al tema y se mantiene, de fondo, en una onda que va muy de la mano con la batería que Santiago crea y que recuerda a Jay Watson. Ahora, no podemos dejar de resaltar, claro está, la manera en que las guitarras «juegan» con el bajo y se desenvuelven durante toda la canción.
Pablo, soy tu fan.